Comenzar con una afirmación de semejante peso es osado, pero es cierto, la creatividad tiene límites y, sobre todo, tiene unos tiempos.
Debemos recalcar que este límite no es definitivo, es más bien puntual.
Cuando comencé en el entorno del periodismo, se escuchaban expresiones que hacían referencia a “quedarse en blanco”, algo que me acompañó también en mis inicios en el entorno creativo. Siempre entendí esta expresión como un agujero negro, lleno de desazón y ganas de gritar cuando la voz no salía.
Tras más de cinco años trabajando en el ámbito creativo puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que cualquier proceso que deba compaginarse con la creatividad supone un doble esfuerzo.
Por ejemplo, escribir es un acto que realizamos a diario durante horas.
La irrupción de la mensajería instantánea nos ha volcado en una era de escritura rápida y nada efectista.
Cuando esa escritura debe ser creativa, por exigencias del guion, la película cambia. Una pelea entre la búsqueda de sorpresa, coherencia y normas se abre paso entre la espera de la iluminación.
La creatividad es un ser que reside en nuestro interior y que necesita de unos cuidados mucho más que básicos. El primer error, es entender que la responsabilidad de ser creativo es tuya y que el resultado solo depende de cuánto te estrujes la sesera.
Partiendo de la premisa de que, la creatividad es algo más que uno mismo, podemos empezar a entender el título de este texto. Esa criatura necesita alimentarse, descansar, entrenar y prepararse para saltar al ruedo.
Debemos, por tanto, alimentar nuestra creatividad: el contexto, los estímulos, el lugar… todos son detonantes que harán que nuestra creatividad pare o se ponga en funcionamiento.
Alimentar la creatividad es, como en los seres humanos, algo indispensable para su funcionamiento. Si queremos que nuestra creatividad responda, debemos alimentarla con referencias válidas. Es decir, si exploras referencias de calidad, el pensamiento lateral comenzará a funcionar. Por el contrario, si los contenidos que revisas son mediocres tu creatividad se aturdirá y se tornará vaga.
Por último, el entrenamiento es otra de las claves del proceso. Otro habitual de este entorno es: “Se nace creativo o no”. Es indudable que hay ciertas personas que disponen de una predisposición a la creatividad, pero como todo, si no se entrena, se perderá. El trabajo diario de búsqueda de referencias y actualizar códigos es una obligación. Decenas de creativos que han vivido la época dorada de la publicidad están desentrenados y pasan a convertirse en mitos vivientes que no saben escapar de registros desfasados.
Por lo tanto, la creatividad no surge cuando queremos, no es infinita ni puede dejarse a la suerte. La creatividad tiene trabajo, tiempos y comprensión. Entendiendo las exigencias de esta, podremos exprimirla al máximo, alargaremos el tiempo entre blanco y blanco y además, seremos capaces de domar a esa bestia a nuestro antojo.
